Volver a Inicio

No son solo nombres

Así es como yo concibo la genealogía.

Lo primero que evoca nuestra mente cuando hablamos de genealogía suele ser una imagen mental en la que vemos la figura de un árbol, ya algo anticuada. Una imagen llena de nombres y a veces fechas sin ton ni son, que no nos lleva más que a conocer el nombre de esos que nos precedieron.
Y sí, por supuesto que esta es una parte fundamental: si no conocemos estos datos, difícilmente podremos conocer cómo vivieron. Pero esta es, para mí, en realidad la genealogía: conocer qué vida tuvieron esos que llegaron antes que nosotros, y quién sabe, quizás reconocernos en ellos más de lo que imaginamos.

Convertir la genealogía en una simple catalogación u orden de nombres en un dibujo bonito (o no) dista mucho de lo que yo considero genealogía.

Hacer una investigación genealógica empieza, sobre todo, como deberían empezar muchas cosas en la vida: escuchando.

Reunir todo lo que sabes, o lo que crees saber, y usar esta información para que te guíe por una nueva senda que, en muchísimas ocasiones, te sorprende de formas que no imaginabas.
En muchas ocasiones hay líneas familiares que se ven clarísimas, pero otras parecen realmente laberintos en los que es muy complicado ver la luz. Hay documentos que nos cuentan mucho, y silencios que hablan por sí solos.

Mi forma de trabajar la investigación genealógica es como creo que se merece: artesanal, pausada. Me valgo —por supuesto— de las nuevas herramientas, de todos los avances que pueden ayudarnos a avanzar donde no creeríamos hace años que íbamos a poder llegar, pero sin perder la magia de lo esencial y lo emocional.

No existe, o al menos yo no tengo, un guion exacto de cómo llevar la investigación. Y no prometo resultados cerrados desde el primer momento, pues cada familia es un universo, y en cada uno de esos universos hay muchos obstáculos.

A veces se trata de apellidos muy comunes, archivos desaparecidos por uno u otro motivo, ramas rotas imposibles de entroncar… Y a menudo, las propias administraciones complican mucho nuestro trabajo.

En definitiva: a veces no encuentras lo que esperabas. Y otras, descubres lo que no sabías que necesitabas.

Porque lo que yo busco no es simplemente darte un pequeño informe. Quiero que, cuando recibas tu informe o historia familiar, sientas que tienes algo con sentido, con coherencia, que te cuente cosas o las ordene de forma que dé sentido a tu historia, que entiendas de dónde vienes, que puedas mirar a tus padres, abuelos o bisabuelos desde otro lugar. Que a partir de ese momento puedas contar esa historia y que esta tenga peso, que transmita emoción, humanidad…

No hago genealogías vacías. No entrego listas impersonales de nombres y fechas en una investigación genealógica. Mi trabajo busca algo concreto, pero sobre todo lo invisible: los silencios, los huecos, las decisiones que pudieron cambiar ese futuro (es decir, nuestro propio presente).

Si decides encargarme una investigación, quiero que sepas que será un proceso real. No puedo prometer que sea un proceso rápido, sobre todo porque no depende de mí, a veces será rápido, a veces lento, a veces sencillo, en muchas ocasiones puede que frustrante, pero siempre será un trabajo realizado de una forma minuciosa y respetuosa, con la que conseguir algo que valdrá la pena conservar.

Una investigación genealógica no es algo fácilmente cuantificable, y muy difícil de valorar de una forma realista. Sin embargo, acaba siendo una fuente inmensa de sabiduría.

Volver