¿Te imaginas encontrarte con seis personas de tus generaciones familiares, escogidas entre las diez anteriores a la tuya?
¿Qué sería lo primero en lo que te fijarías?
¿Preferirías ver su aspecto o hablar con ellos?
¿Les harías preguntas o simplemente los observarías en silencio?
¿Les preguntarías por esos secretos familiares que nunca has conseguido sacar a la luz, o en ese momento decidirías respetar que ellos no quisieran revelarlos?
Las posibilidades serían infinitas: gestos, voces, miradas, costumbres, secretos que nunca llegaron a contarse…
Rara vez nos paramos a pensar en cuántas generaciones de nuestra familia conviven en la actualidad.
Y, por supuesto, menos aún nos detenemos a pensar si habría similitudes entre ellas, o en cuánto de diferente es la forma de vivir de ahora respecto a la de hace seis generaciones. Parece un mundo de distancia, pero en realidad es solo un soplo.
Si lo pensamos fríamente… ¿cuántas generaciones de nuestra familia han cabido en los últimos 300 años?
La respuesta sorprende: entre diez y doce generaciones.
En apenas diez o doce generaciones se ha pasado de un mundo sin electricidad ni trenes, donde la vida se regía por el ritmo del campo y las estaciones, a nuestra época digital, en la que nos comunicamos al instante con cualquier parte del planeta.
Piensa en tu abuela, o en tu bisabuela si has tenido la suerte de conocerla. ¿Te imaginas qué pensaría si le explicaras que hoy puedes hablar por teléfono mientras caminas por la calle y, más aún, que incluso puedes verte en una pantalla mientras conversas?
Solo han pasado 40 o 50 años y, sin embargo, para ellas la realidad era muy distinta.
Si querían comunicarse con alguien, debían escribir una carta que podía tardar semanas en llegar. Y hay un detalle que quizás nunca te hayas planteado: ¿sabía leer y escribir tu bisabuela? Algunas personas en esa época sí, pero un gran porcentaje no. Y, sin embargo, para nosotros eso es algo que casi asumimos sin más.
En algo tan aparentemente simple se esconde la prueba de lo mucho que ha cambiado el mundo en apenas 100 o 150 años.
Imagínate también qué pensaría tu tatarabuelo al ver cómo hoy unas máquinas con ruedas enormes recorren el campo, haciendo por él un trabajo que antes ocupaba jornadas enteras. Un esfuerzo que en su época requería sudor y horas, y que ahora se resuelve en mucho menos tiempo.
Al final, lo extraordinario de mirar hacia atrás no está solo en los grandes inventos o en los cambios de la historia, sino en cómo cada generación, con sus limitaciones y avances, fue dejando huellas que nos han traído hasta aquí. Sin olvidarnos también de que la historia es caprichosa y no siempre se ha avanzado: en algunas épocas se retrocedió para luego volver a avanzar. Y, como dicen algunos expertos, los últimos 100 años han visto más avances que todo el resto del tiempo… aunque, según el enfoque que le demos, eso daría para muchas discusiones, ¿no creéis?
Dejando las divagaciones, pensad: a veces tenemos la suerte de convivir con tres, cuatro o incluso cinco o seis generaciones a la vez (aunque esto sea poco común). Es un regalo del que rara vez somos conscientes.
Sin embargo, ¿has hecho alguna vez este ejercicio de pensar en todo esto? ¿Has imaginado la vida del más mayor de tu casa desde sus inicios?
Y tú, ¿con cuántas generaciones de tu familia convives?
Quizás la respuesta te ayude a valorar aún más la historia viva que te rodea.

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